9.4.08

Cuéntame un cuento y verás que contento...

Es una lástima ver cómo, casi sin darte cuenta, has llegado a esa edad en la que los 'amigos' se casan. Hasta ahora no tenía nada especial en contra de las bodas, probablemente porque he ido a muy pocas y, menos una, todas cuando era pequeña. Y claro, en esa edad estás encantada de ir, porque era como meterse en un verdadero cuento de hadas de esos en los que siempre triunfa el amor: te ponían un vestido bonito con mucho vuelo para poder girar y girar, jugabas con tus primos, te daban un regalillo... Y a tu alrededor sólo había gente sonriendo constantemente con sus trajes brillantes, una princesa, un príncipe, un beso y 'perdices' para ser felices. Con 6 años era el cuento perfecto. Con 24 te das cuenta precisamente de eso, de que es un cuento y probablemente chino.

En el cuento de los 24 no hay príncipes, sino auténticos soberanos que ordenan a sus súbditos, y que por supuesto les importan menos que una mierda. Nuestro papel como tal es básicamente de relleno, y en algunos casos incluso de esclavos. Por supuesto hay que llevar un traje brillante, pero claro aquí se presenta una disyuntiva: perder tus ahorros y aparentar lo que no eres y lo que no tienes, o tomáretelo como 'Eurovisión', es decir, yendo de mercadillo dispuesto a ser el bufón de la fiesta.

Además, en el cuento de los 24 participas en él sin saber muy bien cómo ni por qué. La realidad es que dos tarados, supuestos amigos tuyos a los que con suerte ves una vez al año y de los que actualmente sabes poco más que su nombre, deciden demostrar al mundo entero (casi, casi...) cuánto se quieren. Pero para demostrarlo de verdad, necesitan montarse el cuento de marras. A su vez ellos te venden otro cuento más: el de los 'pobres enamorados', que metidos en tanto gasto no saben muy bien cómo montar el primer cuento; y ahí es dónde entramos nosotros de verdad: ¡financiándolo!

En el cuento de los 24 te das cuenta de que no se trata de una historia de amor, sino de un cruel y despiadado cuento para no dormir.

Con esto no digo que no vaya a ir a ninguna boda, pero sí tengo claro que no voy a ir a ninguna a la que casi no conozca ni me importen los novios (ni yo a ellos), en la que ponga muy en duda el motivo de por qué hacen lo que hacen y a la que obliguen a sus "invitados" a financiársela; pero fundamentalmente no iré porque tengo un concepto bastante distinto de lo que son y significan el amor y la amistad, en los que sí que creo a pies juntillas.



*Escuchando 'Ain't no love - David Gray'

4 comentarios:

Caperucita Rusa dijo...

Bravo bravísimo! Hoy día está tan desvirtuado lo de las bodas que es una auténtica vergüenza. Lo único que importa es la parafernalia, y lo digo -como tú sabes mejor que bien- con conocimiento de causa, que por algo no tengo una mísera foto con mi hermana en su boda. Vamos, que creo que ahora ya estás más que convencida de que nuestra respuesta a la invitación es NO. Ya me contarás qué ha pasado. Un besote grande!

Sonique dijo...

Clarisísíma la respuesta. Igual no tenemos ni que decir 'no' porque no parece que vaya a enviar la invitación... (es lo que pasa cuando no tiene nuestras direcciones y le pide a otras personas que 'nos las pida' :|). Pasando olímpicamente... y ya se puede enfadar todo lo que quiera, que poco me va a importar (lo mismo que yo a ella).

Anónimo dijo...

bueno, como esta el patio....jajaja! supongo que va por la boda que yo pienso...Que yo sepa, a los que ve todos los días tampoco les ha dado invitación, si no que todo ha sido de palabra (o por lo menos esas eran mis ultimas noticias)

Isa

Sonique dijo...

¿Cómo está el patio? Esto se está convirtiendo en un auténtico Drama Queen. Ay Isa, si el único problema fuera el 'envío' de la invitación... El problema real es que no creo en el acto en sí, o no concebido de esa manera. Pero lo más sorprendente es que a la implicada en sí no comprende mis motivos... síntoma de que en realidad me conoce bastante poco. Cómo diría Lina Morgan... 'qué lástima'.