Hasta hoy era una presa arrastrando una pesada bola de hierro y que por mucho que intentara caminar, siempre, siempre venía conmigo. Cualquier proyecto, cualquier sueño, cualquier plan estaban condicionados por mi pesada bola de hierro. Algunos podían pensar que ¡fíjate qué tontería!, era tan sencillo como coger un serrucho y cortar por lo sano. Pero para mí no era tan fácil. No es que le hubiera cogido cariño a mi bola... ni muchísimo menos. Tampoco me daba pena. Ni tan siquiera consideraba una tarea complicada deshacerme de ella. Lo que me daba era pereza. Y es que arrastrar mi pesada bola de hierro cada día se hacía más complicado. Pesaba, pesaba y pesaba. Y a mí me hacía cada día más débil en vez de hacerme más fuerte. Supongo que la falta de presos a mi alrededor no ayudaba. Pero al fin soy libre... o casi.
A veces me asusto de cuánto pueden afectarnos (tanto para bien como para mal) las pequeñas cosas, los pequeños problemas del día a día, o como suelo llamarlos, 'nuestras basurillas'. Con perspectiva, y dentro de unos años sé que me reiré de aquella, y para entonces oxidada, pesada bola de hierro. Y quién sabe si me reiré junto a Gabilondo... él sabría de qué hablo. Lo más triste es que también sé que, al deshacerme de ella, le estoy pasando el relevo a alguien que quizá tenga que arrastrarla de por vida. Hola relevo: seas quien seas, ánimo.
* Escuchando 'Heaven's open' - Mike Oldfield
1 comentario:
WOW! me llego tu entrada yo tambien cargue una bola de hierro y muy pesada lo bueno es q ya paso el relevo por fin!!! es raro ver q no puedes hacer nada por esa carga esta ahi siempre y uno la siente detras tuyo q peor, pero en fin no hay mal q por bien no venga.
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